¿Sabías que…? El origen de los besapiés
Mañana viernes 15 de marzo iniciaremos la celebración del Besapié a nuestro Titular el Santísimo Cristo de la Vera+Cruz, piadoso acto que se extenderá durante tres días culminando con el acto de Traslado de la Imagen al paso procesional.
Estos besapiés, si bien en el ámbito de la piedad popular pueden ser un acto de reciente adopción, la tradición de besar los pies o las manos en señal de “gran respeto” o “profunda reverencia” es, en realidad, extremadamente antigua.
El investigador Víctor T. Rodríguez Flores nos dice que parece unánime que el origen de esta costumbre proviene de Oriente y ya en el Imperio Aqueménide se veneraba al Emperador de los Persas de esta forma. Tras la invasión de Alejandro Magno (331 a.C.), los griegos traen esta costumbre consigo a Occidente consolidándose en el Imperio Romano como forma habitual de veneración al Emperador arrodillarse ante él y besar el filo de su manto de púrpura, así como el pie. Esta costumbre se mantuvo en el Imperio Romano de Oriente o Bizantino hasta su caída en 1453.
Mientras tanto en el Occidente medieval, el Papa Constantino I introdujo esta costumbre en el ceremonial pontificio en el año 709, no solo en actos solemnes, como por ejemplo, para jurar obediencia al Papa, sino como saludo protocolario en cualquier audiencia o encuentro con el Soberano Pontífice. El Papa San Juan XXIII aboliría esta costumbre ya a finales de los años 50 del Siglo XX.
A principios del Siglo XX hubo un movimiento grande en la Iglesia sobre la cuestión de la Realeza de Cristo (y por consiguiente de Su madre) que se plasmó en la institución de la Solemnidad de Cristo Rey por el papa Pio XI el día 11 de diciembre de 1925 a través de la Carta Encíclica Quas Primas. No necesariamente ligado a este acontecimiento pero sí en la misma franja temporal comienzan a popularizarse los besamanos y besapiés a imágenes de devoción.
El colofón a esta trayectoria es la institución de la fiesta de la Realeza de María por el Venerable Papa Pio XII, el día 1 de noviembre de 1954 en su Carta Encíclica Ad Caeli Reginam.
Por tanto, como nos indica Rodríguez-Flores, estamos ante un acto de piedad (que no un acto litúrgico ya que no proviene de los ritos de la Iglesia, sino de la iniciativa de los fieles) que, inspirado en ceremonias de corte que se remontan hasta la antigüedad, es utilizado para representar un acto de profunda reverencia a las imágenes sagradas y, de adoración, en suma, a Dios en la persona de Cristo o de veneración a Su Santísima Madre, la Virgen María.