Amaneció el Lunes Santo
con la lluvia y el desvelo
pero el sol quiso asomarse
para mirarte en silencio
casi vencida la tarde
para regalarte un beso,
un beso de luz y vida
que reposara en el viento
e iluminara tu rostro,
lleno de llanto y de duelo.
La plaza de San Francisco
vio aparecer un lucero
entre azahar y clavel,
bambalinas, luto y cielo.
Al contemplarla bajar
la calle, mudos y austeros,
nos parecía soñar sosteniendo
un cirio nuevo, nuevo y lleno
de promesas, esperanzas y deseos
que siempre anhelan pedirte
que un año más nuestros ojos
puedan ver cómo a lo lejos
te acercas poquito a poco,
Soledad, bajo los cielos.
(27/03/2013)