[1]

En la vida cofradiera de Cádiz, había una hermandad antigua, de solera y abolengo en su historia, que vivía lánguidamente y que estaba en peligro de caer en el olvido de los gaditanos. La Junta Oficial de Cofradías de Penitencia, tenía una espina clavada con esa actitud, sin encontrar la fórmula para solventar el problema difícil por razones de índole interna de la propia Hermandad.

Años llevaba decadente, pero con la muerte de D. Ramón Grosso Portillo, su Mayordomo y todos los cargos de la Cofradía en una sola pieza -ya que es muy cómodo para muchos, dejar a uno solo que trabaje- la Hermandad casi desaparece. En ningún acto oficial de los muchos de carácter cofradiero celebrado en estos años, aparecía la Vera-Cruz. El heredero del ilustre cofrade desaparecido, decía con razón, que él, no era nada en la Cofradía, que era solo su hijo, y que en la casa de su madre se guardaban celosamente con amor, cantidad de material rico y artístico de la Hermandad. La Junta Oficial tenía entre sus muchos problemas, éste de la Vera-Cruz; pero en la mañana luminosa del Corpus de este año 1972, en el que la Junta Oficial prestó un señaladísimo servicio a la Solemnidad de la Fiesta de la Eucaristía, era lógico que tuviese alguna recompensa en su sufrido laborar para todas ellas, y se llevó la sorpresa.

En el patio de Santo Domingo, con todas las Banderas de las Cofradías gaditanas, estaba la de la Vera-Cruz, y con ella, un grupo de jóvenes con sus pértigas distintivas de la Hermandad. Aquello era magnífico, suponía un importante paso en el renacer de la Cofradía.

Hay quienes dicen que las Cofradías ya no interesan a nadie, que deben desaparecer, que no tienen razón de ser, pues unos cuantos viejos retrógrados se aferran a sostenerlas; y unas cuantas tonterías más por el estilo, en su idea destructora. Pero por ahora no hay nada que hacer: las Cofradías de Penitencia, tienen una misión que cumplir, muy por encima de esas majaderías que se dicen para la galería, en lugar de callarse, que estarían mejor, muchísimo mejor.

En pleno verano, cuando las playas atraen con su  mágico poder a la masa, y las fiestas veraniegas son fuertes acicates para la juventud, hay una buena parte de ella, que acudiendo a las playas pues es muy saludable, y  no es malo, tienen al mismo tiempo inquietudes espirituales, y lo que es más sorprendente, inquietudes cofradieras, llenos de amor a Cristo Jesús y a María Santísima su Madre.

Y su firmeza y entusiasmo es tal, que la Junta Oficial, considera ese caudal de FE y de AMOR en unos tiempos como los actuales, y comienza su labor diplomática-orientadora, y se celebran reuniones en la sede de la Junta Oficial con su mediación, entre los hermanos antiguos y futuros. Se dialoga y se discute entre el pasado y el presente, con sinceridad por ambas partes; hay que levantar la Hermandad, es la idea fija. Y se van entendiendo unos a otros. El incansable laborar de estos jóvenes, y la disposición de los antiguos, producen una Comisión reorganizadora, compuesta entre el ayer y el hoy; se les orienta en su misión inmediata, convocatoria de Cabildo General de Elecciones, para constituir nueva Junta de Gobierno, que proceda a continuar la marcha de esta Venerable Cofradía, para que vuelva al esplendor de su historia en los días del presente. La Comunidad Franciscana es informada y ve con agrado este movimiento para tratar de rendir el mayor culto a Cristo y a la Virgen, en sus magníficas advocaciones, con las inquietudes que el momento actual impone a toda Corporación Nazarena en su motivo de naturaleza de FE, AMOR y CARIDAD. Y el Cabildo General de Elecciones, se celebra, y esa Junta de Gobierno deseada, es elegida por unanimidad, y propuesta a la Superioridad para su aprobación. Y la Junta Oficial se retira de su labor, satisfecha del resultado: una Cofradía gaditana por excelencia, se levanta incorporándose a la vida cofradiera activa de la Ciudad.

La tierra es fértil, magnífica; la semilla, espléndida por su vitalidad, signo de la juventud, que con el ímpetu propio de ella, aliada con la experiencia y solera de la madurez, pueden, empleando la sinceridad y buena hermandad entre unos y otros, dar el grandioso fruto de una Cofradía que viva de acuerdo con los tiempos de la hora actual, hermanando su fin primordial e indiscutible, con las inquietudes socio-religiosas de la Iglesia, para la mayor gloria de Dios, y de nuestra Semana Santa Gaditana.

Antonio de Castro Salas


(1) Publicado en la Revista Estandarte en 1972.

Compartir