Artículo: “La única verdad en el mundo es la Cruz de Cristo”, por Pedro A. Lozano Ramírez, Pbro.

Hasta el Concilio Vaticano II que, con la reforma de la Iglesia, dio un giro a las fiestas litúrgicas, se celebraba la Invención de la Cruz el tres de mayo de cada año, siendo una fiesta de realce dedicada a la verdadera Cruz de Cristo. Todavía hay lugares donde siguen manteniendo y celebrando esta fiesta litúrgica en ese día.

La festividad de la Invención de la Cruz hace referencia al momento en el que Santa Elena, Madre del Emperador Romano Constantino, en el s. IV, mujer fervorosa y piadosa, sale a peregrinar a los lugares donde el Señor habitó y redimió al género humano, lo que más tarde se conocería como Tierra Santa.

Aquel lugar lleno de historia, de fe, de signos, símbolos y piezas materiales que tienen relación con el Señor: el Sepulcro vacío, el Gólgota, la Vía Dolorosa, el Pretorio, el Huerto de los Olivos y un largo etc.

Es allí donde Santa Elena encuentra, entre otras, una reliquia que tiene una admiración y significación especial para los cristianos: el madero donde colgó Nuestro Señor, el Lignum Crucis. Es ésta una reliquia especial pues en ella corrió la preciosa sangre del Señor que sirvió para cumplir la voluntad del Padre de reconciliar lo humano y lo divino.

Desde entonces la cruz tiene un matiz distinto: pasa de ser el patíbulo de tortura del Imperio Romano, aquella locura de judíos y aquella necedad de los gentiles, a ser el orgullo de los apóstoles, como diría San Pablo en su Carta a los Gálatas (6,14): “No quiero sentirme orgulloso sino de la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo”.

Es la cruz un instrumento de encuentro de Dios con los hombres. El Señor muestra su amor por medio del sufrimiento en la cruz. El dolor mayor – sufrido por Cristo – no supera al amor que tiene al género humano que, por medio de la cruz, quiere reconciliar lo que parecía perdido.

Es la cruz el estandarte que nos guía a una vida plena, pues no podemos huir de la cruz; es una verdad que siempre impera en nuestras vidas, pero sí la podemos hacer más llevadera, descansando nuestra cruz en la del Señor; ya que Él conoce mejor que nadie nuestras pequeñas cruces, nuestras debilidades y la dificultad que ello plantea, pero, por su muerte, en ella quiere que comprendamos que las cruces no siempre tienen un matiz doloroso sino más bien amoroso.

Con la presencia de la cruz en el mundo, el Señor ha dotado de sentido a la vida, dejando de ser un instrumento de tortura, para pasar a ser un instrumento de amor; es el trono de Dios donde imparte la justicia divina, que no es otra cosa que la misericordia de Dios. Por eso Dios quiere y nos pide acercarnos a la Verdadera Cruz, aquella que nos devuelve a la fe en los sinsabores de la vida; nos llena de esperanzas cuando la vida se convierte en un mar de oscuridad y nos otorga el don amoroso de seguir a un Dios encarnado que nos enseña las claves para ser misericordioso con el prójimo.

Es la Verdadera Cruz motivo de alegría, por sabernos amados y queridos por un Buen Pastor que ha dado su vida por las ovejas, es decir, por nosotros, que año tras año, celebramos – de forma alegre y floreada – esta festividad de la Cruz donde, como buenos cruceros, ponemos en práctica aquel mandamiento nuevo que nos dio el Señor: “que nos amásemos unos a otros, como Él nos amó”.

Feliz día de la Cruz a todos los Hermanos de la Vera+Cruz.
Paz y Bien.

Pedro Antonio Lozano Ramírez, Pbro.

Para saber más del Rvdo. Padre Pedro A. Lozano Ramírez [+]

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