En la noche del Lunes Santo andaba la Alameda aquejada de densa pena, mientras la oscura agua de la bahía bañaba, con frías lágrimas, el contorno de la ciudad. El ficus centenario movía sus hojas con un ruido presagiador, que se mezclaba con el que llegaba de lejos envolviendo a la turba. Se acercaba Judas el pelirrojo acompañado de un gentío portando espadas y palos. Venían a prender al Maestro. Había llegado la hora tan esperada por Jesús.

Jesús llamará al traidor amigo. A pesar de la traición, le quiere, como quiere a todos los pecadores. Jesús responde al odio con amor. Uno de los que estaba con JESÚS DEL PRENDIMIENTO ha sacado la espada, hiriendo a un criado del Sumo Sacerdote. “ Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que emplean espada a espada perecerán “. Jesús derrocha amor. Esto lo saben los gaditanos que miran el Lunes Santo el Paso del Prendimiento. En Getsemaní el Hijo de Dios perdona, sana y salva.

Los cofrades hacemos la Semana Santa para mirar a Jesucristo, para empaparnos de su misterio de amor. Como Pablo a Timoteo, llamamos a acordarnos de Jesucristo. A mirar viendo por el prisma de Jesús. El Señor del Prendimiento es una ventana para mirar a través de Él, para ver el mundo a través de Él.

Igual que en el evangelio del Lunes Santo, el ungüento derramado en la casa de Betania deja una fragancia derramada de caridad, ahora, en cada levantá de este Paso del Prendimiento, otra fragancia cálida, de afecto, de amor del Cristo, se desliza por la ciudad.

El LUNES SANTO es para los cofrades, en una Semana Santa acabada de empezar, como un Domingo de Ramos revivido, donde aún se escuchan los hosannas que recibieron al Cristo en Jerusalén. En una mañana amanecida esplendorosa, donde se acaban de colgar en los balcones las palmas del Domingo de Ramos, mientras el sol estalla jubiloso sobre los geranios que adornan las fachadas.

Cádiz es ahora Lunes Santo en el barrio de la Viña, donde el sol acude sonoro a contemplar la primorosa salida del CRISTO DE LA MISERICORDIA. Arropado por el calor de sus gentes, acompañado del estallido de los colores primaverales, el Señor acuna sobre su monte todas las devociones de los viñeros.

Intensa oración es la calle de la Palma en la tarde del Lunes Santo, cuando el agua de la Caleta, es llanto plano de oración y eternidad. No puede entenderse la Viña sin su Cofradía: es un binomio perfecto. La Hermandad es el epicentro del bajo caserío, donde las cañas del país, en su recia verticalidad, y en la tarde del Lunes Santo, parecen unir la tierra con el cielo. Momentos de agitadas oraciones junto a la Caleta, mientras el paso de los cargadores, condesa y aquilata la pasión de este barrio que reza emocionado a este Cristo de los pescadores.

Los cofrades vuelven ahora su mirada a San Francisco, donde dieciocho naranjos, a modo de viejos incensarios esparcen su delicado perfume de azahar en el aire alegre de la tarde.

2012

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