¿Os imagináis un entierro sin duelo? Reflexión 4º Domingo de Pascua

4º DOMINGO DE PASCUA

  1. ¿Os imagináis un entierro sin duelo? ¿Os imagináis un féretro seguido sólo de tres familiares y un sacerdote, acetre en mano, rezando un responso? ¿Os imagináis una persona que murió sola, sin una caricia, sin palabras de consuelo, sin nadie que le acompañara?.

         Son preguntas que me he hecho con frecuencia mientras concelebramos las eucaristías en nuestro oratorio en estos 49 días de confinamiento, eucaristías que hemos ofrecido por las víctimas del Covid-19. Estoy seguro de que, aunque murieron y fueron enterrados sin los suyos, no estuvieron solos. Así lo dice el salmo 22, el salmo del Buen Pastor, que hemos rezado hoy: “El Señor es mi Pastor, nada me falta… tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida”, incluso el último día, el día de la muerte.

         Decía Benedicto XVI en su encíclica Spes salvi, nº 6: “Jesús es ese Pastor, que conoce también el camino de la última soledad, en el que nadie me puede acompañar, va conmigo guiándome para atravesarlo. Él mismo ha recorrido este camino, ha bajado al reino de la muerte, la ha vencido, y ha vuelto para acompañarnos ahora y darnos la certeza de que, con Él, se encuentra siempre un paso abierto…. Me acompaña incluso en la muerte y su “vara y su cayado me sostienen, de modo que nada temo”.

El Señor Resucitado nos dice: cuando caigas caerás entre mis manos, y estaré presente incluso a las puertas de la muerte. A donde ya nadie puede acompañarte y a donde no puedes llevar nada, allí te espero para transformar para ti las tinieblas en luz.

2.- Sí, hoy es el Domingo del Buen Pastor, y he querido comenzar estas reflexiones recordando a las víctimas del Covid-19.

         “El Señor es mi pastor”. El salmo nos brinda una verdadera invocación; si la decimos desde dentro acertamos al decir verdad que “nada me falta”. San Francisco lo gritaba con aquella jaculatoria suya: “Mi Dios, mi todo, Dios mío y todas mis cosas”. Así lo sentía también Sta Teresa de Jesús en su también famosa oración: “Al que a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta”. Con el Salmista, con Cristo resucitado, con el S Francisco y Sta Teresa, con los creyentes de todos los tiempos, también nosotros rezamos: “El Señor es mi pastor, nada me falta”.

  1. Pero en este domingo, además de cantar El Señor es mi pastor, nada me falta, el evangelio nos dice: Yo soy el Buen Pastor, conozco a mis ovejas y las mías me conocen.

Si miramos al Buen Pastor observamos que nos llama por nuestro nombre, nos conoce, sabe de nuestras idas y venidas, nuestras alegrías y nuestras preocupaciones. El Buen Pastor nos cuida con cariño, nos nutre con su cuerpo y con su sangre, sale en nuestra búsqueda lo mismo que buscó a la oveja descarriada y la cargó sobre sus hombros.

Hoy la liturgia nos pide que dejemos que el Resucitado sea nuestro Buen Pastor, que sea él quien nos conduzca, quien cure nuestras heridas…, que le escuchemos cuando nos llame por nuestro nombre, que le sigamos. Y si así hacemos veremos que está siempre cerca de nosotros:

* Si estamos heridos, su palabra sanadora nos llenará de fortaleza.

* Si nos encontramos abatidos, tendrá para nosotros palabras de ánimo y esperanza.

* Si caemos en la decepción o en la tristeza, se nos acercará para devolvernos la alegría y la confianza.

Jesús Resucitado, el Buen Pastor, vive a nuestro lado y, además, es bálsamo en multitud de ocasiones en las que nos sentimos perdidos, agobiados, despistados o con hambre de otros alimentos que no sean los del mundo.

4.- El evangelista distinguía el Buen Pastor del ladrón que viene “para robar, matar y hacer estragos”. El Buen Pastor es el que entrega la vida para que los suyos “tengan vida y la tengan en abundancia”. Las personas necesitamos pan, necesitamos el alimento del cuerpo, pero sobre todo necesitamos la Palabra, el Amor, necesitamos al mismo Dios.

¿Quién nos da la vida en abundancia?. El evangelio nos responde: “el Buen Pastor da la vida por sus ovejas”. La cruz es el punto central de la parábola del Buen Pastor: allí la violencia recayó sobre Jesús y Él no se apartó, sino que aceptó la cruz, y se entregó a sí mismo para la salvación de todos.

Jesús es el verdadero Pastor. Para el ladrón, para los ideólogos, para los agentes del mercado… las personas son sólo números, votos a recoger, consumidores a controlar. En cambio, para el Buen Pastor somos seres libres que buscamos la verdad y el amor; y él, que nos conoce y ama, quiere que vivamos en la libertad de la verdad.

  1. Yo soy el Buen Pastor, y conozco a los míos y los míos se conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.

El conocimiento mutuo entre el Padre y el Hijo se entrecruza con el conocimiento mutuo entre el Pastor y las ovejas. El conocimiento que une a Jesús con los suyos se encuentra dentro de su unión con el Padre.

Y es que el hombre sólo se conoce a sí mismo cuando aprende a conocerse a partir de Dios, y sólo conoce al otro cuando ve en él el misterio de Dios.

5.- En este domingo del Buen Pastor los cristianos pensamos en las actividades de la Iglesia, que llamamos actividades “pastorales”, a través de las cuales el Señor conduce hoy a su pueblo. Pensamos en la Liturgia que nos acerca la Palabra y los sacramentos del Buen Pastor. Pensamos en la catequesis que nos forma en la fe. Pensamos en Cáritas, en los misioneros, y naturalmente en los obispos y sacerdotes que perpetúan las responsabilidades del Buen Pastor.

En este domingo del Buen Pastor pedimos por las vocaciones. Pedimos sacerdotes que se entreguen al ministerio de la Palabra, que celebren la Eucaristía y nos dispensen el perdón; ellos, con todos sus defectos y limitaciones, tienen la misión de coordinar la pastoral de sus comunidades cristianas.

También pedimos por las vocaciones a la vida religiosa. Las manos del Buen Pastor, que acarician y curan heridas, son hoy las manos de las religiosas que atienden a los enfermos y a los ancianos. Los religiosos son también la voz del Buen Pastor, que llama, enseña y educa. Y todo esto lo hacen los misioneros en circunstancias particularmente penosas. Otros religiosos, lo mismo que Jesús se retiraba con frecuencia a orar, viven en sus monasterios y conventos dedicados a la contemplación: ellos son verdaderos pregoneros que gritan ante todos los hombres la necesidad de la verticalidad, son un testimonio de la trascendencia.

¡Feliz mes de mayo!. Que la Virgen María os colme con  todas sus gracias en este mes dedicado a María.

            Como todos sabéis el confinamiento se va abriendo poco a poco. El día 11 abriremos las iglesias, podremos acercarnos a los sacramentos, visitar también a nuestros titulares. Pero no podemos confiarnos, aunque podamos salir hay que seguir siendo responsables. Con esta finalidad la Conferencia Episcopal ha dictado unas normas muy severas para entrar en las iglesias. De entrada no todos podremos entrar, comenzaremos admitiendo en los templos 1/3 de su aforo. Todos con mascarillas. Sólo tres personas en cada banco, pues tendremos que guardar los dos metros de separación, la llamada distancia social. Habrá que desinfectar las manos a la entrada y a la salida. Y así podría seguir enumerando cosas. El asunto es tan complicado que en esa normativa (que tendrá que concretar el Obispado) se habla de que funcione en cada iglesia un  “servicio de orden”.

        Os doy cuenta de todos estos detalles para deciros que necesitamos algunos voluntarios que, en las misas de los domingos puedan ayudarnos en estas tareas; nos bastará con disponer de tres personas para cada misa que controlen las puertas. Los que deseéis participar podéis hacérmelo saber a mi correo: jespadel1945@gmail.com. Gracias.

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