Aquella mañana de diciembre, a pocos días de recibir a la década de los años 20, Cádiz despedía a una de sus mujeres más queridas, cuyo único objetivo había sido ayudar a los niños huérfanos y necesitados.

En ese empeño, ella misma se había encargado, viajando hasta Italia, de pedir a la Congregación de Don Bosco que sus hijos, los salesianos, se hicieran cargo de la obra que pretendía llevar a cabo en Puerta Tierra basado en un proyecto en el que el buen clima y el entendimiento entre profesorado y alumnado serían claves: el Colegio San Ignacio.

Dicho y hecho, el 17 de marzo de 1904 el coche de caballos de Doña Ana recoge a los primeros salesianos para comenzar la obra cuanto antes. Un Sacerdote, tres jóvenes y más de cincuenta chicos comienzan a trabajar duro en un proyecto que financiará ella misma.

El Centro dispondrá de enseñanza, materiales, vestidos y manuntención totalmente gratis al ser sufragados por Doña Ana. No es sin embargo su único gesto de generosidad ya que años atrás, tanto ella como sus hermanos habían donado en usufructo una impresionante Custodia a la Catedral, “labrada por el prestigioso orfebre de Barcelona Raimundo Oñós entre abril y diciembre de 1883” tal y como apuntaba la prensa por entonces.

Incluso el Seminario de Cádiz contó con su inestimable ayuda al entregarle al Obispo Vicente Calvo y Valero nada más y nada menos que un millón de reales.


Las campanas de la Catedral doblan en señal de duelo. Es viernes 27 de diciembre de 1919. Ana de Viya acaba de morir en el número 8 de la Plaza de la Mina, lugar donde vivía a sus 81 años.

Crónica de la Prensa:

“Extraordinaria y sentida manifestación de duelo constituyó el día de ayer en Cádiz con motivo del entierro de la bienhechora de la ciudad, Ana de Viya y Jáuregui. El cortejo fúnebre salió del domicilio de la finada, en la Plaza de la Mina, encabezado por las insignias de las Cofradías de la Buena Muerte, Vera-Cruz y Nuestra Señora del Carmen con una gran representación del clero gaditano. El coche fúnebre iba tirado por cuatro caballos y el féretro rodeado de seis monjas del Rebaño de María. Seguían los alumnos del Colegio Salesiano y la Banda de Música. 

En la Parroquia del Rosario se rezó un responso y continuó la marcha hasta la Catedral donde el Obispo rezó un Solemne Responso. Anunció que, conforme a su testamento, Ana de Viya será enterrada en el Cementerio y posteriormente sus restos pasarán a la Catedral. El Cortejo Fúnebre se dirigió a continuación al Colegio Salesiano, en los extramuros, donde tuvo lugar otro responso. Finalmente, el cadáver de Ana de Viya fue llevado al Cementerio para su entierro”.

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