Mensaje de nuestro Director Espiritual a la Hermandad

Lo de ayer es tan viejo como las mismas procesiones. Las inclemencias meteorológicas siempre existieron y siempre hubo lluvias que impidieron salir a las procesiones.

Antiguamente se afrontaba este contratiempo procesionando con renovado fervor en el interior del claustro. No salía la procesión por las calles de la ciudad, y esto producía gran pesar y tristeza a los Hermanos de la cofradía, pero los Hermanos daban cauce a sus sentimientos acompañando con fervor a sus titulares “dentro” de los claustros.

La expresión comenzó usándose con este sentido, la procesión iba por “dentro” del claustro conventual. Con el tiempo se utilizó también para expresar la tristeza y el disgusto de los cofrades, que después de esperar un año entero (en nuestro caso tres años enteros), veían con pesar cómo la lluvia chafaba las ilusiones de un año. Y también entonces se decía: “la procesión va por dentro”.

La expresión sirvió también para designar a las personas que guardan “dentro” sus resentimientos y amarguras, de modo que no se exteriorice su dolor.

Ayer guardamos “dentro” nuestro disgusto, “dentro” dejamos nuestras lágrimas con dignidad. La procesión no salió, pero yo no percibí ningún tipo de resentimiento. Sencillamente cerramos las puertas de la iglesia y los capirotes se quedaron bajo el brazo. Fuera, en la plaza, los seguidores que abarrotaban los alrededores de la iglesia abrieron sus paraguas y se fueron.

Eso sucedió ayer. Hoy nos toca volver a “dentro”, y allí nos encontramos con los sentimientos que anidan en nuestro interior. Esta mañana, a las 9, cuando la iglesia estaba todavía cerrada, me han impresionado los dos pasos, uno junto al otro, los dos en la capilla de San Luis. Desprendían una sensación de serenidad. Se veía en los dos la huella de las muchas manos que han cuidado estos días el exorno de uno y otro. Y me he acordado de los dos años de pandemia, los Hermanos y devotos que fallecieron. Ese recuerdo me ayudó a relativizar estas lluvias primaverales; el recuerdo de los difuntos ayuda a poner en su sitio el percance de ayer.

Y me ha venido a la memoria lo que dice el evangelio de San Juan, cuando Jesús, desde la cruz, le encomendó a su Madre al discípulo San Juan: “ahí tienes a tu madre”. El relato de la pasión añade que “desde aquella hora el discípulo la acogió en sus casas” (Jn 19, 27), es decir, la recibió en el mundo de sus afectos y cariños.

Este mundo es el que hoy encontramos cuando miramos “dentro” de nosotros. Hoy volvemos a mirar “dentro”, y en nuestro interior nos encontramos con el mundo de nuestros afectos, los sentimientos que acompañan a nuestra fe.

Volvamos a nuestros sentimientos de creyentes, y desde “dentro” acompañaremos al Cristo de la Vera Cruz. Desde “dentro” nos daremos cuenta de que la Virgen de la Soledad sigue arropándonos con su mirada. Esa mirada que sus devotos no vieron ayer en las calles. Esa es la mirada con la que seguirá acogiéndonos desde su altar.

Las imágenes suelen tener esa capacidad de “presencia”, es decir, no es el devoto, el que mira a la imagen, sino que es la imagen de la Virgen de la soledad y el Cristo de la Vera Cruz las que miran a su Hermanos y los envuelven en su ”presencia” y de
esa forma están presentes en nuestras vidas.

Sí, “la procesión va por dentro”. Y “dentro” no encontramos ningún tipo de resentimiento. “Dentro” encontramos el mundo de nuestros afectos y creencias.

Y como siempre que llueve escampa, el año que viene tendremos un Lunes Santo normal.

Cordialmente
Fr. Jesús España, ofm

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