Cuando “Rocío” suena a negro ruán y a esparto

Desde hace unos años se ha convertido en una “tradición” que el traslado de Nuestra Señora de la Soledad tras presidir la Eucaristía en el Claustro posterior a la celebración del Devoto Rosario se produzca a los sones de la Marcha “Rocío”, que compusiera en 1928 el Maestro Manuel Ruiz Vidriet (con fragmento final de “La Procesión del Rocío” -1912- de Turina) y dedicada a la Blanca Paloma almonteña.

El Devoto Rosario se celebra cada año en el mes de mayo, celebrándose siempre el último de sus domingos. En muchas ocasiones y por motivos del Calendario Litúrgico, la Fiesta de Pentecostés ha coincidido en mayo en la jornada del día en que celebramos este encuentro con Nuestra Señora de la Soledad. Incluso si Pentecostés ha caído el tercer domingo de mayo, hemos modificado nuestra fecha para hacerlo coincidir.

Por todos es sabido que en la fiesta de las “lenguas de fuego” es cuando sale en Romería Nuestra Señora del Rocío, concretamente el lunes posterior.

El traslado de Nuestra Señora de la Soledad hasta su Capilla se realiza siempre a los sones de la música que suena desde el órgano del Convento de San Francisco. Hace años, y coincidiendo con lo anteriormente descrito, NHD Roberto Domínguez Domínguez sorprendía a los asistentes interpretando la Marcha “Rocío”.

Desde entonces ese momento quedó grabado en la memoria de los presentes y se ha convertido en una “tradición” no escrita, convirtiendo el momento en unos instantes solemnes y de emoción contenida.

Porque “Rocío”, además de a Marisma, también huele a ruán y a esparto… 

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