A Mauricio Maeterlinck,
descubridor del silencio.

A la Virgen de la Soledad
con mi silencio,
quiero decirle que la quiero.
¿No está hecho el silencio
de los hombres,
de pedazos de amor de allá :
del Cielo?.
¿No está hecha la vida
de temores?.
También de sinsabores.
¿Por qué no acercarnos
muy derechos a tanto
Mar de Amores?.
Oliendo Virgen mía, de Tus olores.
La música que encierra
nuestro aliento.
La huella que derrama
el pensamiento.
No son acaso:
productos terminados del silencio.
¡Acógenos María
en Tu sufrimiento!.
El surco que dejaron Tus cofrades,
aquéllos que se fueron.
No es acaso presencia
y sentimiento.
No es acaso la octava maravilla:
este nuestro, este Tuyo sentimiento.
Recibe Virgen mía,
sin detrimento,
el amor de mi silencio.
Y acógenos María en Tu sufrimiento:
Ternura de Silencios.

Miguel Morgado Conde
En diciembre de 1988

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